No hay en México una profesión que sea más redituable que la política, una actividad que permite a quien la ejerce, un ingreso y prestaciones superiores al de otros trabajos que implica también, poder, reconocimiento y quizá, impunidad permanente.

 

En este país la política es un terreno fértil para la corrupción, acto indebido que tiene diferentes manifestaciones, que lo mismo comete el funcionario de menor nivel en el municipio lejano, que el burócrata de la dependencia federal.

 

Pero eso no es todo, además del dinero y los “cochupos” tan característicos de esta profesión, existen las reglas no escritas, es decir, los “lineamientos prácticos” bajo los cuales se rige un regidor, secretario, legislador, alcalde, gobernador y hasta un presidente de la República.

 

El actuar del “dinosaurio”

 

Durante el régimen priista, había códigos que eran respetados por el área o persona que intervenía en el traspaso del mando. Quien arribaba no solía indagar a su antecesor y a su vez, este último se retiraba de la vida político- pública, gozando de su fortuna, seguridad y de no seguimiento por parte del aparato de procuración de justicia.

 

Pocos fueron los casos de políticos que fueron investigados y posteriormente detenidos. En los ochenta, nombres como los de Jorge Díaz Serrano (ex director de Pemex) y Joaquín Hernández Galicia (ex líder del sindicato petrolero); en los noventa, Raúl Salinas de Gortari (hermano del ex presidente) y en lo que va del siglo, Mario Villanueva (ex gobernador de Quintana Roo), Elba Esther Gordillo (ex líder magisterial) y Javier Duarte (ex gobernador de Veracruz) purgaron o purgan una condena.

 

Nada pasó…

 

La transición llegó y los dos mandatarios surgidos del Partido Acción Nacional continuaron con esta práctica y poco hicieron por frenar y erradicar dicho delito. Vicente Fox y Felipe Calderón no alteraron el sistema ni persiguieron a los actores deshonestos ligados con el tricolor.

 

No obstante, el retorno del Partido Revolucionario Institucional en 2012 marcó el inicio del periodo más oscuro de las décadas recientes. Escándalos como el de Monex, la “Casa Blanca”, Oceanografía, Ayotzinapa, OHL, Odebrecht, el nuevo aeropuerto de Texcoco y la Estafa Maestra, tuvieron a muchos implicados y a muy pocos procesados.

 

Detective nuevo

 

El triunfo de la izquierda estuvo respaldado por un mensaje contra la corrupción manejado por su entonces candidato, Andrés Manuel López Obrador, quien por un lado se desmarcó de la clase dominante y por el otro, prometió castigar a todos aquellos que hubiesen violado la ley.

 

Ya en el gobierno, decidió trasladar la responsabilidad hacia la nueva Fiscalía General de la República y la Unidad de Inteligencia Financiera, sin dejar de criticar a sus predecesores.

 

Falta mucho

 

A catorce meses de la actual administración, el combate contra la corrupción ha dado sus primeros frutos, algunos mediante renuncias (no aclaradas) como las del ministro Eduardo Medina Mora o el líder petrolero, Carlos Romero Deschamps. Están los presos que esperan una sentencia: el abogado Juan Collado y la ex titular de la Sedesol, Rosario Robles.

 

Los dos asuntos que han incrementado la aprobación ciudadana de AMLO son el de Genaro García Luna (arrestado por los Estados Unidos) y Emilio Lozoya (capturado en España); el primero, siendo una pieza clave en la guerra contra el narcotráfico y el segundo, acusado de recibir sobornos de la empresa brasileña Odebrecht.

 

Sin duda que lo realizado hasta el momento es positivo; empero, la corrupción aumenta cada día y los mexicanos piden una sanción para los tres últimos jefes del Ejecutivo; de lo contrario, señalarán a la Cuarta Transformación por no haber acabado con el llamado mal interminable. 

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