Poco le duró el encanto. A diez años de su formación y cinco años de su registro, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) enfrenta la peor crisis de su corta historia, derivada de las pugnas internas por el control del Comité Ejecutivo Nacional.

 

Creado en 2010 como una asociación civil, Morena cobró notoriedad en la elección de 2012, cuando su entonces fundador, Andrés Manuel López Obrador, se alió con otras agrupaciones de izquierda (PRD, PT y MC) para buscar por segunda ocasión la Presidencia de la República.

 

Ganar perdiendo

 

Esta vez, AMLO (abanderado del Movimiento Progresista, como se le denominó a dicha coalición) quedó por detrás de Enrique Peña Nieto, ganador de la contienda; sin embargo, delineó un proyecto a largo plazo para competir nuevamente y además, prescindir de la estructura y recursos de quien hasta ese momento lo había cobijado: el Partido de la Revolución Democrática.

 

Meses después, Morena trató de constituirse en un partido nacional y dos años más tarde, el INE aprobó su registró. En 2015, participó en sus primeros comicios, logrando 35 diputaciones federales y para 2018, López Obrador ganó con un total de 30 millones 111 mil 483 sufragios.

 

Y fue precisamente esta victoria la que marcó el  comienzo del resquebrajamiento de la principal fuerza política de México, pues las alianzas, pactos, candidaturas, consensos y otras posiciones que impulsó y firmó, resultaron perjudiciales en la práctica.

 

De todo un poco

 

Expanistas, expriistas, experredistas, líderes sociales, campesinos, sindicales, actores, cantantes, deportistas, ministros de culto y demás personajes públicos (algunos de dudosa reputación) se sumaron a la llamada Cuarta Transformación promovida por el tabasqueño, que es un “licuado” con diferentes ideologías e intereses.

 

A la par, existe un sector todavía más numeroso, el que acompañó a López Obrador en sus batallas como dirigente del sol azteca en los noventa o en sus campañas de 2000, 2006, 2012 y por supuesto, la de 2018 (la primera para Jefe de Gobierno de la Ciudad de México y las subsecuentes para la presidencia).

 

En éste se encuentra la “segunda línea” de políticos morenistas, los cuales se disputan las riendas del instituto. Nombres como el de Bertha Luján (presidenta del Consejo Nacional), Yeidckol Polevnsky (secretaria general en funciones), Mario Delgado (coordinador de la fracción de Morena en la Cámara Baja) y Alejandro Rojas (alfil de Ricardo Monreal, jefe de los morenistas en el Senado) suenan para encabezarlo.

 

Golpes recios

 

Las peleas han aumentado debido a que en semanas anteriores, su Congreso Nacional “designó” como presidente interino al legislador Alfonso Ramírez Cuéllar y ante la inconformidad de Polevnsky, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) decidirá si esto tiene validez o no.

 

Al reclamo se le suman otros problemas, como la serie de impugnaciones al proceso (15 para ser exactos) promovidas por varias corrientes y la lentitud del partido para actualizar su padrón de militantes.

 

De acuerdo con el TEPJF, Morena tuvo 90 días para depurar su base de datos y posteriormente, convocar a elecciones, requisitos que incumplió, y que ahora lo sitúa en un conflicto que parece no tener fin, salvo que Andrés Manuel López Obrador dicte otra cosa.

 

No importa su ubicación en el espectro político ni los principios que enarbole, todo partido corre el riesgo de colapsarse una vez que el triunfo y el dinero lleguen a él, así como hoy le sucede a Morena y a sus miembros, que en su décimo aniversario  están dando muestras de antidemocracia y de cómo darse con la “cubeta”.

 

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