En diciembre pasado, la guerra contra el narcotráfico en México cumplió trece años, un largo periodo que ha dejado 250 mil muertos y también, secuelas y daños en muchas personas que en la actualidad son difíciles de saber, debido a que varios casos se encuentran en desarrollo y principalmente, por la falta de un estudio cualitativo de parte del Estado. 

 

Desde aquel 11 de diciembre de 2006, cuando el entonces presidente Felipe Calderón ordenó el despliegue de 5 mil elementos del Ejército, Marina y la Policía Federal en Michoacán, la espiral de violencia sigue aumentando y ha tocado otros aspectos vinculados con la estructura familiar, el comportamiento de niños y adultos, el rendimiento de los alumnos, los (nuevos) hábitos en el consumo de noticias, etcétera.

 

Crisis en aumento

La matanza en una escuela de Torreón y la “presentación” de diecinueve niños como parte del grupo de autodefensas en el municipio de Chilapa, Guerrero, son una muestra de la descomposición social en diversas regiones del país que, por desgracia, involucra cada vez más a menores de edad.

 

Trece largos años de homicidios, torturas, desapariciones, atentados, atracos, extorciones y demás actos delincuenciales han padecido millones de mexicanos; acontecimientos que son relatados y reproducidos con frecuencia por los medios de comunicación y que seguramente generan (y generarán) una afectación a la gente.

 

La realidad

¿Qué pasa cuando el ser humano crece en un entorno hostil? Sin duda que sus condiciones de vida son más adversas, las oportunidades de educación, trabajo y de salud escasean y por ende, su futuro se vislumbra poco o nada prometedor.

 

Los medios han jugado un rol fundamental durante la refriega, algunos narran día a día lo que sucede en distintos frentes (apegándose a su misión de informar), otros han hecho de la tragedia un negocio y los menos, realizan una verdadera labor de investigación, que los han llevado a perder a reporteros, fotógrafos, editores o directores; pero en todos, la violencia ocupa un espacio predominante en sus titulares.

No se ha analizado a fondo el efecto de los contenidos violentos ligados con el narcotráfico en los espacios noticiosos, series, dibujos animados y películas, quizá porque las autoridades no le dan importancia a un tema que, al igual que la discriminación, los derechos humanos o los feminicidios, debe explicar el porqué de su crecimiento y recrudecimiento.

 

La “caja de resonancia”

En 2015, el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) organizó un panel titulado “La Construcción Mediática de la Guerra y la Paz”, en el cual se abordó todo lo referente al lenguaje de la violencia en los medios mexicanos.

 

Miguel Vázquez, doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, quien participó en dicho foro aseguró que "los medios de comunicación tienen la posibilidad de fijar en buena medida lo que consideramos ‘normal'. Tenemos por lo tanto, dentro de los medios, una responsabilidad importante para que no lleguemos a normalizar ciertos niveles de violencia".

 

Y agregó que “la desigualdad de acceso y participación en el sistema de medios de comunicación que tienen los ciudadanos es un lastre a la hora de pretender generar una democracia más sana y propicia una violencia estructural”.

 

¿Soluciones?

Si a lo anterior se le añade lo enraizada que está la cultura del narco en amplias zonas del territorio nacional, existe la combinación “perfecta” para que más individuos vean a los criminales como un modelo aspiracional o de superación; de ahí lo complicado del problema.

 

México aún carece de cifras de todo tipo, como una lista unificada y actualizada de los desaparecidos (a pesar de que existe el RNPED), de los expulsados de su lugar de origen a raíz de la violencia y por supuesto, las consecuencias que dejará un conflicto armado que está próximo a cumplir tres lustros.

 

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