Nadie, absolutamente nadie está preocupado por ese tema que compete a todos, lo mismo a gobiernos que a dirigentes, a compañías, organizaciones o personas en general, es decir, lo ignoran u omiten en los discursos, leyes, políticas públicas, etcétera.

 

El cambio climático es un problema real, la contaminación incrementa día con día, las ciudades y los océanos albergan toneladas de plástico, vidrios, metales o sustancias tóxicas; sin embargo, los países poco o nada realizan para frenar y disminuir este mal.

 

La organización Global Carbon Atlas informó recientemente que, además de China y Estados Unidos, las naciones desarrolladas y en vías de desarrollo son las principales emisoras de dióxido de carbono (CO2), lo que genera un efecto invernadero que se traduce en un aumento de la temperatura del planeta.

 

¿Y nosotros?

 

México se situó en el duodécimo lugar, sólo por detrás de potencias como Rusia, Japón, Alemania o Canadá, al expulsar –entre 1998 y 2018-  cerca de 477 megatoneladas de dicho compuesto químico, principalmente desde los sectores industrial y energético.

 

Por desgracia, México se ha convertido en el principal “escape” de CO2 en Latinoamérica, particularmente, la  Comisión Federal de Electricidad y Pemex, este último se ubicó en 2019 como la novena empresa más contaminante del mundo, pues no sólo explota recursos como el petróleo, sino también el gas y el carbón.

 

Haciendo la “tarea”

 

Si bien hay pocas labores internacionales para enfrentar lo anterior, es justo reconocer que algunas regiones con menor población y liberación de estos fluidos, han impulsado legislaciones para brindar un entorno más limpio y sustentable para sus ciudadanos.

 

Dinamarca busca eliminar el uso del carbón para 2025 y sustituirlo con energía eólica, ampliación de su sistema de transporte público y el fomento al uso de la bicicleta; mientras que México anuncia la construcción de la refinería de Dos Bocas (Tabasco), la cual tendrá una inversión de 8 mil millones de dólares y será inaugurada en mayo de 2022. Vaya paradoja.

 

Otro ejemplo es Noruega, que hace unos años anunció que en 2025 prohibirá la venta de coches con motor de combustión interna, convirtiéndose así, en el primer país en adoptar tal medida en pro de la naturaleza; en contraparte, México tiene como uno de sus pilares económicos al ramo automotriz, que ejerce una fuerte presión sobre el gobierno en turno para seguir produciendo un mayor número de carros convencionales y no eléctricos.

 

¿Acuerdo o “letra muerta”?

 

Lejos está el mundo de alcanzar los objetivos suscritos en el Acuerdo de París (2016), un tratado que busca “combatir el cambio climático y acelerar e intensificar las acciones e inversiones necesarias para un futuro sostenible con bajas emisiones de carbono”, siempre y cuando China no arroje más de 10 mil millones de toneladas de CO2.

 

Por su parte, México debe cumplir su palabra de disminuir para 2030 cerca del 22 por ciento de las expulsiones de este gas incoloro; no obstante, la actual administración continúa apostando por los hidrocarburos, asimismo, recorta a la mitad el presupuesto de la dependencia encargada del medio ambiente (Semarnat) e ignora otros documentos respaldados por la ONU como la Agenda 2030.

 

Todo pinta para que esto sea una chimenea global.

 

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