El nuevo coronavirus puede ser visto como “un mensajero y un pedagogo” que nos quiere enseñar que es hora de reemplazar el actual sistema “capitalista, colonial y patriarcal”, dijo el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos en la última sesión del Webinario Internacional “Pos Covid, pos neoliberalismo. La pandemia y el futuro de América Latina”, organizado por el Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad (PUEDJS) de la UNAM.

De Sousa Santos y la bióloga mexicana María Elena Alvarez-Buylla, directora del Conacyt, coincidieron en que la alternativa a construir es un sistema de democracia representativa y participativa, igualitario e incluyente, que vaya de la mano de una visión plural y humanista de la ciencia, la cual a su vez debe operar en una relación complementaria con los saberes ancestrales de las diversas culturas comunitarias del mundo, como las indígenas y africanas.

Protagonistas de la sesión “Democracia, ciencia y movimientos sociales”, ambos estuvieron de acuerdo en que el predominio de una “tecnociencia” –con criterios de ganancia más que de bien común– ha llevado a que la actual pandemia cause mayor daño en los sectores más pobres de los diversos países, sobre todo de aquellos en los que se privatizaron los sistemas de salud pública y no se puso límites a la contaminación de las corporaciones mundiales ni a los monopolios de alimentos industrializados, causantes de enfermedades como diabetes y desnutrición.

Para Boaventura de Sousa Santos, la pandemia revela, una vez más, que los mercados no resuelven la vida de las personas, quienes, cuando hay problemas, recurren al Estado, el cual, sin embargo, no se ha mostrado preparado porque fue “incapacitado” por décadas de neoliberalismo. Y mencionó casos como los de Francia, Italia o Estados Unidos, al cual consideró “un Estado fallido” por su incompetencia para proteger la vida de sus ciudadanos.

El destacado intelectual mencionó en cambio casos como los de Sudáfrica y Argentina, donde los Estados se observaron más eficientes, sobre todo por las experiencias de haber lidiado con pandemias anteriores. Llama mucho la atención, retomó, que Estados Unidos, que cuenta con el poderío nuclear para destruir varias veces el planeta, tenga el más alto índice de defunciones y no produzca los suficientes guantes y mascarillas.

“Para el capitalismo la pandemia ha sido una ocasión de ganancia, y ante eso la alternativa a construir a futuro debe ser anticapitalista, anticolonialista y antipatriarcal”. Por eso, agregó De Sousa Santos, ahora no debe hablarse sólo de “las venas abiertas de América Latina”, en referencia al escritor Eduardo Galeano, sino de “las venas abiertas de Estados Unidos, del mundo entero”.

Ante eso, las sociedades y la ciencia deben mirar hacia otros saberes, hacia las comunidades indígenas, con una experiencia ancestral en su relación la naturaleza, como en México, Colombia o Brasil, dijo. Los movimientos sociales tienen grandes dificultades, pero están tratando de articular sus saberes, agregó.

“En esas comunidades está realmente el futuro, o cambiamos las cosas o regresamos a la normalidad que ya sabemos que es un infierno”, dijo De Sousa Santos. Y avisoró: “Habrá una disputa de narrativa enorme: de dónde venimos, a dónde vamos. No será fácil, pero debemos seguir”.

 

El caso de México

 

María Elena Álvarez-Buylla habló sobre el caso de México y dijo que existe una “injusticia socioambiental”, pues las comunidades más pobres han sido las más afectadas por la pandemia debido a su situación socioeconómica, pero también por vivir en condiciones insalubres y tóxicas (como zonas mineras o corredores industriales), además de que sus hábitos alimenticios son determinados por las grandes empresas de agroalimentos.

Ha habido en México una gran supeditación del Estado a esa visión corporativa, a la mercantilización de la ciencia y de los bienes naturales, como el agua y los bosques, dijo la especialista. Se han sacrificado los derechos fundamentales, no sólo los colectivos: alimentación, vida saludable, medio ambiente sano, agregó.

En México y el mundo, dijo Álvarez-Buylla, el sistema alimentario industrial controla parte importante de las semillas y de la producción de alimentos, además usando glifosatos y diabetógenos que han agravado la salud, sobre todo en esta coyuntura de Covid 19.

La paradoja de la mala alimentación en México, retomó, es que se trata de un país megadiverso biológica y culturalmente , que es centro de origen de cultivos no sólo de maíz, frijol o calabaza, sino del 15 por ciento de los vegetales del mundo. En contraste, la mayoría de los mexicanos lleva una dieta cada vez más deficiente, pobre, no natural y no apta a sus tradiciones. Todo esto ha sido impulsado por un esquema tecno-científico dominado por la ganancia, precisó.

Sin embargo, Álvarez-Buylla aclaró que muchos de esos problemas ya se enfrentan desde el gobierno progresista del presidente Andrés Manuel López Obrador, mediante programas de investigación y desarrollo integrales del Conacyt, en conjunto con científicos y comunidades rurales y urbanas. Y también desde la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), encabezada por el ambientalista Víctor Toledo, o programas educativos de la Secretaría de Educación Pública, encabezada por Esteban Moctezuma Barragán.

Luego de la participación de Álvarez-Buylla y De Sousa Santos, el webinario fue clausurado por John Ackerman, director del PUEDJS-UNAM, y por Maximiliano Reyes Zúñiga, subsecretario para América Latina y el Caribe de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Ackerman destacó la gran participación a nivel latinoamericano y mundial, con miles de seguidores en las transmisiones por YouTube y redes sociales, lo que, agregó, ha abierto muchas brechas.

Ante la urgencia de recursos debido a la pandemia, Reyes Zúñiga mencionó una propuesta realizada con anterioridad para captar recursos en América Latina mediante la aplicación durante un año de: un impuesto de 3 por ciento a la riqueza extrema; la condonación de intereses de la deuda externa soberana; y la reinversión del 20 por ciento de las utilidades de las empresas. Medidas parecidas, explicó, se han tomado en varios países, como Gran Bretaña, Suiza, Argentina o Chile y han sido recomendadas por organismos como la Cepal y el propio FMI.