A los diez minutos de la primera final de la historia de la Copa de Europa en 1956, Stade de Reims le ganaba 2-0 al Real Madrid de Alfredo Di Stéfano. Aquella ventaja inesperada y ya lejana, que duró solo cuatro minutos, fue uno de los dos mejores momentos del fútbol francés en la historia del torneo de clubes más importantes del continente. El otro, más célebre, fue en 1993, cuando Olympique Marsella le dio al país el único título en los 65 años de historia del certamen.

 

Parece una historia de éxitos demasiados distantes y escasos para una de las naciones más trascendentes del fútbol mundial. La hoy denominada UEFA Champions League ha sido un campeonato esquivo, casi ajeno, para los galos. Aquellos goles de Michel Leblond y Jean Templin en el Parque de los Príncipes en 1956 y el de Basile Boli contra AC Milan en Munich 37 años más tarde son logros módicos para la tradición francesa. Hoy, con un Paris-Saint Germain estelar, los campeones del mundo están listos para sumar otra estrella.

 

Madrid, Lisboa, Amsterdam, Bucarest, Belgrado y Londres son las capitales que ostentan el título europeo. París brilla por su ausencia en esa lista célebre. La única estrella tricolor es presumida por Marsella, el pueblo más futbolero de Francia. Allí, en la costa del Mediterráneo, se vive este juego de forma mucho más intensa que en la ciudad luz. Durante décadas, los clubes parisinos ni siquiera compitieron en su propia liga. Pero ahora hay una ambición nueva, cada vez mayor, por reinar.

 

Desde la llegada de los capitales qataríes a PSG en 2011, el club que solo había tenido algunas cortas épocas de triunfos vernáculos se convirtió en hegemónico en la Ligue 1. Ganó 7 títulos de 9 y jugó una final europea. Ese es el gran objetivo: levantar la UEFA Champions League. La única meta posible. Y parece estar más cerca que nunca, con uno de los mejores planteles, no solo de la actualidad, sino de la historia del fútbol. Ya no hay excusas.

 

Han pasado 28 años desde que Olympique dio el golpe contra el Milan de Fabio Capello y llevó la orejona a Francia. La historia del campeón comenzó en 1986, cuando el empresario Bernard Tapie llegó a la conducción del club con un proyecto económico faraónico para la época. ¿Les suena? Contrató a jugadores de primer nivel, como Jean-Pierre Papin, Alain Giresse, Rudi Völler, Abédi Pelé, Karl-Heinz Förster y Klaus Allofs. Tras varios títulos de liga y copa, llegó el momento de dar el salto y pelear por el trono continental.

 

En 1991 hizo su primer intento y perdió la final con el legendario Estrella Roja. Aquella fue apenas la cuarta vez de un equipo francés en una definición, tras las de Reims en 1956 y 1959 (ambas ante Real Madrid) y la del Saint-Étienne de Osvaldo Piazza y Jacques Santini en 1976 contra Bayern Múnich.

 

Dos temporadas después, la Copa de Europa vivió un cambio histórico. La edición de 1992/93 fue la primera de la "era Champions League". Se llevó a cabo una profunda reestructuración, que fue desde la cantidad de participantes y el formato del certamen hasta el reparto de premios y la televisación. La Champions dejó de ser un simple campeonato de fútbol y se convirtió en un espectáculo sin igual, en uno de los productos mejor y más vendidos del mundo. Y en ese contexto de revolución, Francia ganó su único título.

 

Dirigido por el belga Raymond Goethals, con Didier Deschamps como capitán y Papin como gran figura, Marsella eliminó a Glentoran (Irlanda del Norte) y a Dínamo Bucarest (Rumania) en las rondas previas. En la fase de grupos superó a Rangers (Escocia), Brujas (Bélgica) y CSKA Moscú (Rusia) y en la final de Munich le ganó por la mínima al Milan, que vivía su época de gloria con Frank Rijkaard y Marco van Basten.

 

Parecía que comenzaría una era de gloria para los clubes franceses, pero recién Monaco en 2004 volvió a jugar la final y perdió sin atenuantes contra el Porto de José Mourinho. PSG fue el último en intentarlo. En 2020, en plena pandemia mundial, perdió en Portugal contra Bayern. Sí, otra coincidencia más con aquel Olympique que después de caer con Estrella Roja no se rindió y dio la vuelta olímpica poco después. El equipo de Messi, Neymar y Mbappé tiene un solo espejo en el que mirarse, pero devuelve una imagen que invita a soñar.