NUEVA YORK -- La ciudad luce radiante bajo el sol. Y, en medio de las bocinas de los autos y de una mezcla de idiomas de los turistas de todo el mundo, ahí está, imponente, el gran edificio. Sí, es el Madison, y no faltan quienes se conforman con una foto tomada en la puerta, para poder decir, ya de vuelta a casa: "Yo estuve allí".

 

box02.JPG - 17.59 kBHoy esa escena parece remota, aunque no tanto, puesto que La Gran Manzana no se entrega fácilmente, como ninguno de sus habitantes.

 

Un 30 de junio de 1975, tres argentinos se preparaban para darle su impronta al imponente Madison de Nueva York. Carlos Monzón, Víctor Emilio Galíndez y Jorge Ahumada. Noche histórica, con sello argentino en el Madison Square Garden…

 

Desde el fondo de los tiempos aparecen, como viejas fotos en blanco y negro, momentos y escenas. Un crimen pasional, una carga de la caballería sobre los indios sioux, un casamiento

 

múltiple, un desfile de quince elefantes o un espectáculo sobre el hielo. El Madison ha sido todo eso y más, pero ante todo, al menos para una porción del planeta, fue y es sinónimo de boxeo. El actual Madison está en la Octava avenida y consta de dos edificios, uno en torre (29 pisos) y otro el estadio en sí, con capacidad para 20 mil personas, construido arriba de la Pennsylvania Station, un nudo de túneles y vías de ferrocarril y subterráneos. Pero antes hubo tres. El primero estuvo en Madison Square Park y la calle 26. Nacido en 1871, su estructura original fue reemplazada por otra más moderna en 1890. Fue diseñada por el famoso arquitecto Stanford White. Coronaba la estructura una estatua de la Diosa de la Cacería, Diana. El problema es que se parecía demasiado a la esposa de un magnate del ferrocarril, Harry Thaw, que tenía la característica de ser muy celoso. Thaw arregló el asunto a su manera: durante una cena de gala, sacó un revólver y le metió tres tiros en la cabeza al arquitecto. Sin embargo salió libre, por haber sido víctima, según la ley, de una "locura ocasional", aunque nadie preguntó para que había llevado semejante arma a una fiesta... Ya por entonces, bajo el techo de ese Madison habían desfilado Buffalo Bill y Toro Sentado. Después de todo, fue P. T. Barnum -uno de los más legendarios hombres del espectáculo- quien bautizó al estadio Barnum, cuyo lema era "A cada minuto nace un tonto", soñaba con deslumbrar a la gente en cada uno de sus

 

espectáculos. El boxeo comenzó a abrirse camino, y así como el gran Jack Dempsey hizo una sola pelea bajo su techo, lo cierto es que el estadio necesitaba más espacio. Tex Richard -promotor de boxeo-- compró otro lugar, junto a algunos asociados, en la Octava Avenida entre la 49 y 50, cerca de la zona de los teatros. Fue entonces cuando los espectáculos de boxeo tomaron forma, color y prestigio.

 

Hacer la lista de quienes no pelearon allí sería más sencillo. Ray Robinson se consagró campeón mundial por primera vez, ante Tommy Bell, en 1946, y fue en el Madison. El ascendente Rocky Marciano le dio una paliza a un envejecido Joe Louis en 1951 y fue en el Madison. Y también hubo tiempo para la tragedia, cuando ya la televisión ganaba su espacio, porque fue frente a las cámaras cuando Benny Kid Paret recibió una tremenda paliza de Emile Griffith, que terminó con su vida. Aquel 24 de marzo del 62 quedó como una de las grandes manchas para el boxeo del mundo. No todo fue sencillo.. Es que, entre el humo de los cigarros, el glamour de los invitados especiales y las largas hileras para ver las peleas, también durante un tiempo reinaron los capos de la Mafia. Frankie Carbo fue uno de los que manejó los contratos de

 

casi todos los boxeadores y algunas peleas fueron arregladas en función de las apuestas. Uno de aquellos "campeones de la mafia" fue Ike Williams, que llego a campeón mundial de los ligeros. Y hasta se dijo que Rocky Marciano, sobre todo por su apellido italiano, también tenía conexiones con "Míster Gray" como lo llamaban. Vino el renacimiento del Madison cuando se inauguró el estadio actual en 1968. A un costo de 123 millones de dólares, el nuevo edificio albergó a una de las peleas más famosas de todos los tiempos, aquella cuando Joe Frazier le ganó a Muhammad Ali, tras tenerlo por el suelo en 1971. Todo Nueva York estuvo allí, incluyendo a Woody Allen, a Burt Lancaster comentando la pelea por televisión…y a Frank Sinatra quien, contratado por Life, sacó fotos de la pelea, mientras Norman Mailer escribía el comentario.

 

En 1975 y con la promoción de Don King, se presentaron tres argentinos en la misma velada principal.

 

La figura fue Carlos Monzón, sin dudas, porque era su presentación como campeón mundial de los medianos. Para una categoría de semejante tradición norteamericana, era casi una curiosidad. Venía de hacer campaña en Europa. Un año antes (1974) habia destrozado a Mantequilla Nápoles en Paris. Ahora

 

le tocaba Tony Licata, un boxeador que no parecía ser de riesgo para Carlos.

 

A su vez, Víctor Emilio Galíndez era el campeón mundial WBA de los medio pesados. Y se eligió como desafiante a quien ya había sido su rival en Argentina, Jorge “Aconcagua” Ahumada. El mendocino, cansado de perder con Galindez, emigró a los Estados Unidos y se convirtió en una figura en el Felt Forum: boxeo elegante, plástico e inteligente, llegó a un combate mundialista con Bob Foster en Albuquerque, Nuevo México, 1974.

 

“Yo estaba esa noche en Nueva York, para la pelea entre Jerry Quarry y Joe Frazier”, recordó su entrenador en Estados Unidos, el gran Gil Clancy. “Cuando terminó la pelea de Ahumada con Foster todos me vinieron a felicitar, porque Jorge había ganado claramente. Nos olvidamos que fue en Albuquerque, donde Foster era sheriff… Igual tuvo suerte, le dieron empate”.

 

En la pelea estelar, desde Kuala Lumpur, Malasia, llegó en pantalla gigante el combate entre Muhammad Ali y Joe Bugner.

 

Monzon fue el centro de la atracción por otro detalle: viajó con Susana Giménez, su nueva pareja. “Un día, como todo el grupo argentino estaba ocupado por las peleas, tuve que acompañarla a Susana por todo Manhattan, de compras. Fue muy divertido”, recordó el prestigioso periodista Juan Larena. “Monzón y Galíndez no se llevaban bien, sobre todo porque Monzón le decía a Galíndez que él era el más buen mozo de los dos”.

 

Oscar Bonavena había hecho todo lo posible frente a Muhammad Ali en ese mismo estadio. Y con los años, Carlos Baldomir ganó el campeonato mundial welter ante Zab Judah, y Sergio Maravilla Martínez perdió su corona ante Miguel Cotto.

 

Aquel 30 de junio de 1975, Monzón venció a Licata por nocaut técnico en el 10mo round, cuando el referí Tony Pérez se apiadó del retador, que había sufrido serio castigo. Monzón estuvo demasiado ansioso por noquear: “Lo que pasa es que estaba Susana en el ring side y quise lucirme”, le confesó a sus amigos.

 

Víctor Galindez enfrentó por quinta vez a Jorge Ahumada, a quien habitualmente le ganaba por nocaut. Ahumada había ganado una pelea y Víctor ganó todas las restantes. En el Madison se impuso por puntos, tras derribar a “Aconcagua” al final del tercer asalto, junto casi con la campana. Jimmy Devlin consideró legal el golpe y contó. Finalmente ganó Galíndez. Ya para entonces Ahumada tenía un problema de retina que se había guardado celosamente.

 

En Kuala Lumpur, Ali venció por puntos a Joe Bugner.

 

Fue un lunes, cuando la televisión prefería un dia de la semana para evitar, especialmente en el verano. “La concentración en los hogares es mucho más alta un lunes que un sábado”, era la consigna.

 

Han pasado 45 años de aquella jornada. Cuando tres argentinos fueron protagonistas centrales en el gran Madison Square Garden.

 

Y, como surgido de la noche de los tiempos, una multitud rugió al escucharse el clásico... "Segundos afuera.... ¡Primer round!"