LOS ÁNGELES -- "Tus hechos hablan tan alto de ti que no puedo escuchar lo que tú me dices". La frase es de Vince Lombardi. Didáctica, brutal, como cada cátedra del artesano de aquellos gloriosos Empacadores de Green Bay.

 

Inquilino por años del arrullo de la afición mexicana en general, Javier Hernández ha elegido recientemente el conflicto como forma frecuente de interrelación en redes sociales. Distorsiona, cada verdad, en un acto de agresión.

 

Es evidente que cuando sus hechos ya no son una oda estentórea a sus facultades, Chicharito necesita parlotear para que no se olviden de su pasado y no hurguen en su patético presente. Quiere sacar juventud de su pasado, diría José Alfredo.

 

Orgullo malherido. Su nostalgia por la veneración otrora, lo lleva a la desesperación de cosechar "likes" en sus redes sociales, como si fueran cataplasmas curativas a las llagas de su vanidad flagelada. Narciso y Dorian Grey en conflicto.

 

Este miércoles perturbó a Chicharito el soplamocos irrefutable de las estadísticas tan sabidas. Goleador histórico del Tri, pero con 26 de sus 51 goles en juegos amistosos. Goles de bisutería, pues.

 

A estas alturas, SUM y sus partidos moleros le deben el Botín de Oro de su circo, armado al vapor y a costillas de los mexicanos radicados en EEUU, ansiosos de saciar esa hambruna de patria, aunque sea en este tipo de juegos. Lo tricolor cotiza siempre al alza en los "wallstreets" de los fariseos futboleros.

 

¿Cuándo fue que Javier Hernández creyó necesario rebatir este tipo de relatos estadísticos? Antes, desde el pedestal de sus mejores momentos en Europa, ni siquiera se inmutaba. Lo que antes le parecía un ronroneo acogedor, hoy lo tiene más turbado que nunca.

 

"Tus hechos hablan tan alto de ti que no puedo escuchar lo que tú me dices", Lombardi. Pero, ocurre, que si hoy Chicharito está afónico en la cancha, se ve obligado a vociferar fuera de ella. ¿Dejó de entender que es más perturbador su silencio?

 

Hoy vive un momento de gracia como ser humano. Recién casado aguarda la llegada de un hijo varón. Cromosomas de triunfador. Su abuelo Tomás Balcázar, su padre Javier Hernández, y por supuesto él mismo, genes de gol, genes con gol.

 

Y bajo ese momento dulce, Chicharito codicia una nueva -y siempre merecida- oportunidad. Maduro como hombre y como jugador, más completo como futbolista, en un nuevo proceso con el Tri, más las aparentes intenciones de ayudarlo de parte de Pellegrini... todo confabula a su favor.

 

Bautizado en este espacio, hace años, como el Chaplin del Gol, por esa habilidad pasmosa para hacer del trompicón una proeza en la red, Javier Hernández ha encontrado que la selección mexicana ya no le pertenece, ni siquiera la titularidad.

 

Le han restregado su posición de recluta, en una misión llamada Catar 2022, y con Gerardo Martino como almirante de un buque capaz de pepenar glorias y fanfarrias en crucero turístico por la Concacaf, hasta llegar, claro, a ese Waterloo en los Octavos de Final de una Copa del Mundo.

 

Amante de sacar frases de las galletitas chinas, para ornamentarlas en sus tendederos sociales, Chicharito debe hacer propia la reflexión de Platón: "El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras".

 

Y Javier Hernández sabe que cada fin de semana tiene acceso al anfiteatro perfecto para cualquier réplica y contrarréplica a esos que, insisto, antes eran apenas ronroneos, y que hoy interpreta como provocaciones.

 

No hace falta que se desgañite en redes sociales, para eso tiene la cancha, para hacer de un silencio mediático su más sabio discurso. "Tus hechos hablan tan alto de ti que no puedo escuchar lo que tú me dices". Escopeta con complejo de pato.

 

Ahí, Chicharito, en la cancha, empezando con el West Ham y después con el Tri, ahí, la justicia tiene el mismo color y sabor de la revancha.

 

El jazzista Miles Davis decía que "el silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos".

 

Así, Javier, con goles, haz más estruendoso tu silencio.