Estudio en casa y soy de la idea de no rendirme, añade. Sigue en recuperación tras ser víctima de una agresión con ácido en el rostro.

 

La felicidad de María Elena Ríos es tocar el saxofón. A los 8 años descubrió la música de forma azarosa y vio en el saxofón un reto: aprender a tocarlo y aguantar el peso del instrumento. Hoy, a sus 27 años, la música continúa en sus sueños.

 

 “Estudio música en mi casa, no sé si vuelva a tocar en público. Soy de la idea de no rendirme. Me gusta luchar por lo que hago y sigo tocando”, afirma en entrevista María Elena Ríos, cuya figura fue plasmada en un mural en la alcaldía Iztapalapa y quien actualmente sigue en recuperación tras ser víctima de una agresión con ácido en el rostro.

 

Estudiar música no fue algo que ella eligió, platica. “Soy de Santo Domingo Tonalá, Oaxaca, de la región mixteca y ahí desde hace más de 50 años la banda municipal había desaparecido, entonces pusieron anuncios para invitar a todos los niños que les gustaría formar parte de la banda municipal”, recuerda.

 

María Elena tenía 8 años cuando a ese llamado fueron sus papás a inscribirla, así se adentró a la música.

 

“A la primera clase llegaron 120 niños, yo llegué un poco tarde, me tocó hasta atrás, vi que muchos eran adolescentes y me dije: no le voy a entender a esto. Pero desde la primera clase me llamó la atención, se me hizo muy fácil y con el tiempo nos quedamos 25 para formar la banda”, platica.

 

El instrumento que todos tocaban era la flauta dulce y de acuerdo a la complexión de los alumnos el maestro les asignaría un instrumento. A María le llamó la atención el saxofón.

 

 “Cuando le preguntaba al maestro qué instrumento me daría, me respondía que el clarinete, le contestaba que ése no me gustaba, que quería otro y con mis manos le enseñaba la figura del saxofón. El maestro se reía porque decía que era muy chaparrita y flaquita, no iba a aguantarlo. Todos los días, al finalizar la clase, le decía al maestro: ¿y qué me va a dar de instrumento? y así lo convencí”, narra.

 

María Elena recuerda que cuando se tomó la foto con sus papás y su instrumento, no quería soltar el estuche del saxofón, tenía miedo que se lo quitaran.

 

“Al principio mi altura y peso no me permitieron tocar con comodidad, tuve que utilizar una faja porque me mareaba y me cansaba de la espalda, pero con el tiempo y las ganas vas a agarrando práctica. Así empecé a tocar”, cuenta.

 

Para una mujer es muy difícil sobresalir en cualquier ámbito, eso es triste, añade. María Elena tocó hasta los 15 años en la banda de su pueblo ya que el contrato de la agrupación terminó, después a Santo Domingo Tonalá llegó un proyecto de misiones culturales donde conoció a un maestro de la Sierra Mixe de Tlahultoltepec, quien le sugirió estudiar en el Centro de Capacitación Musical y Desarrollo de la Cultura Mixe (CECAM).

 

Me dijo: acá las clases son para principiantes, los que apenas van a conocer las notas y tú ya estás muy avanzada, me gustaría hablar con tus papás para que te lleven a estudiar a otro lado. Les recomendó que me mandaran al CECAM, un internado de la Sierra Mixe, pero mis papás dijeron que no porque era mujer, era chica y no había dinero”, platica.

 

 A los 18 años, María Elena dejó la música y optó por estudiar ciencias de la comunicación en Puebla; sin embargo, las artes la siguieron ya que un compañero, un guitarrista, la invitó a tocar junto con sus amigos e ingresó al Conservatorio de Música de Puebla donde terminó el nivel técnico y, al mismo tiempo, concluyó la carrera de ciencias de la comunicación.

 

“Ya no me fue posible seguir con música, había acabado una carrera, se me complicaba ir a la escuela de música, me regresé a Oaxaca porque había más oportunidades y es cuando comencé a trabajar con un diputado, posteriormente empezamos a tener una relación. La idea era regresar a Oaxaca, juntar dinero y estudiar”, narra. Lo peor que hice fue tener esa relación, confiesa la joven.

 

“Él no me dejaba estudiar, pero yo seguía tocando en restaurantes, en bandas, siempre me ha gustado trabajar y si en los veranos había diplomados, asistía; pero llegó el tiempo en que no pude ir porque me vigilaba, me sentía atrapada. Él odiaba que yo fuera músico, no sé si porque me veía muy feliz o porque de verdad tenía miedo porque con el machismo ellos piensan: eres mía y yo soy tu dueño”.

 

María Elena terminó la relación con Juan Vera Carrizal, se enfocó en prepararse para un concurso de música en octubre de 2019, un mes antes acudió a un curso de dirección de bandas de la Ciudad de Oaxaca y fue cuando le llamaron por teléfono para realizar un trámite de pasaporte ya que la joven había emprendido una agencia de viajes.

 

“Cité a ese supuesto cliente el 9 de septiembre por la mañana, pero la realidad es que terminó siendo un agresor material, enviado por mi agresor intelectual, mi ex pareja. Sentí que se me acabó la vida y si no morí fue por algo. Ha sido desde ese tiempo a la fecha que el proceso ha sido muy largo porque te desgasta física y emocionalmente”, señala.

 

Desde hace dos años, María Elena agradece el apoyo que le han brindado personas que no conoce.

 

“Desde que estaba en el hospital supe que estaban y que afuera me apoyaban. Llegué a sentir que era una energía que ayudaba a recuperarme. Era una sola pieza que no se movía y hasta la fecha los tratamientos de la piel son muy dolorosos que a veces ya no quiero seguir, pero veo mejoras, entonces hay que seguir”, indica.

 

Hoy, el rostro de María Elena Ríos y de manera implícita su historia de vida se encuentra pintado en la colonia Buenavista de la alcaldía Iztapalapa.

 

 “Me pareció fenomenal estar plasmada ahí porque me hacen sentir que estoy construyendo y qué mejor si es para erradicar la violencia hacia las mujeres”, comenta.

 

MURAL. Pedro Peña “Mickrone” es el artista que pintó a María Elena Ríos en un muro de la colonia Buenavista como parte del programa Iztapalapa Mural.

 

 “Es un programa para darle identidad a las mujeres. La técnica que usé es grafiti. Hacemos murales de todo tipo, el fin de semana apoyamos con uno comunitario para una compañera que fue asesinada en Ixtapaluca, nuestra ayuda es ser la voz a través de lo que hacemos”, comenta.

 

 Iztapalapa Mural inició en 2018 y es un eje del Programa Caminos Mujeres Libres y Seguras que implica mejoramiento urbano en calles y avenidas. La meta es intervenir 188 caminos, hasta hoy el avance es de 173 caminos.