RECUERDO. El próximo 19 de junio se cumple el centenario del fallecimiento del poeta jerezano, y el doctor en Historia, Javier Garciadiego, realiza una aproximación a su figura, en la cual describe su interés por la política y su participación en el Partido Potosino Antirreeleccionista, su breve paso como funcionario público, cómo era su vida cotidiana, entre otros temas

 

¿Se justifica una aproximación a Ramón López Velarde que no tenga a su poesía como objetivo fundamental? ¿Es válido escribir la biografía de una vida caracterizada por sus pocos acontecimientos? ¿Cómo vivió sus tiempos, entre el Porfiriato y la Revolución? ¿Fue importante la política para él? ¿En verdad fue maderista el poeta Ramón López Velarde? En caso de que lo haya sido, ¿qué motivó dicha filiación y cómo se expresó?, ¿tuvo simpatías por alguna otra facción revolucionaria?, ¿cómo explicar que haya sido brevemente, por cuatro días, Secretario de Instrucción Pública durante uno de los breves gobiernos del periodo de la Convención?, ¿es cierto que fue secretario particular de un ministro carrancista, a quien incluso acompañó cuando en 1920 don Venustiano huyó de la Ciudad de México? Por último, ¿Cómo fue que colaboró con el régimen de Obregón, a quien identificaba con su odiado jacobinismo y con el insoportable militarismo?

 

Resulta incuestionable que el joven poeta tuvo temporales intereses por la política. Incluso tuvo cierta militancia, aunque nunca de dedicación plena. Vinculado a ésta, fue autor, sobre todo durante los años de 1911 y 1912, de una constante prosa política, publicada en un par de periódicos vinculados a su gran amigo Eduardo J. Correa, novelista, poeta y periodista, pero sobre todo directivo por esos años del recién fundado Partido Católico Nacional. Sin embargo, puede asegurarse que la política comenzó a interesarle cuando estudió la carrera de Leyes en San Luis Potosí; de hecho, tuvo participación en los círculos políticos estudiantiles locales. En cambio, no parece que la política le haya interesado durante sus años familiares, tanto en su natal Jerez como cuando estudió la preparatoria en Aguascalientes.

 

Ramón López Velarde nació en 1888 en Jerez, población criolla —el nombre no deja dudas— dedicada a la agricultura y al ganado caballar y vacuno, en un círculo familiar rigurosamente católico. Creció al amparo de la paz social, de la estabilidad política y la moderación ideológica porfiristas. Sin embargo, en su entorno se lamentaban de las actitudes anticatólicas de los gobiernos liberales, sobre todo del de Sebastián Lerdo de Tejada, algunas de las cuales eran señaladas como claramente jacobinas. Miembro de una familia de la clase media ‘pueblerina’ —su padre era un notario fracasado que se había radicado en Jerez, tierra de su esposa, donde luego fundó un colegio de poco éxito—, los reclamos en su círculo familiar eran más ideológicos que económicos. Aunque Porfirio Díaz había entibiado sus afanes liberales juveniles, el niño y el adolescente Ramón López Velarde se acostumbraron a escuchar quejas por las exacciones liberales que habían empobrecido a la Iglesia Católica y dificultado y quitado lustre al culto y a las festividades religiosas. También creció entre reclamos familiares y vecinales por el predominio del Positivismo en la educación y por el crecimiento del protestantismo en el país.

 

Antes de estudiar Leyes en la capital potosina estuvo unos años en el Seminario Conciliar Tridentino, en Zacatecas, y en el Seminario Conciliar de Santa María de Guadalupe, en Aguascalientes, donde luego hizo sus estudios preparatorianos. Para su posterior politización fue decisiva dicha geografía: en López Velarde predominaría el acento regional sobre la perspectiva nacional, de allí que le interesaran más los gobernadores de estas entidades, sumándose Jalisco, que los gabinetes presidenciales o el Congreso de la Unión. De hecho, la politización de López Velarde está enmarcada en un muy pronunciado anticentralismo, y es posible que su primer interés en los asuntos políticos haya surgido desde sus años en Aguascalientes, cuando conoció al licenciado y escritor Eduardo J. Correa. Sin embargo, sus primeras —pocas— colaboraciones en El Observador datan de mediados de 1907 y tuvieron un carácter “misceláneo”. Aunque nunca perdió del todo su carácter de “discípulo”, y a pesar de los casi quince años de diferencia de edad, entre López Velarde y Correa surgió una estrecha amistad. Por lo mismo, incluso durante sus años potosinos López Velarde siguió enviando a Correa sus textos, tanto prosas como poemas, amparados en una correspondencia constante y puntual. Los unía su gusto por la buena poesía, aunque ambos desconfiaban de las vanguardias; su catolicismo militante y su rechazo a la política centralista y a la educación Positivista impulsada por el liberal —aunque moderado— Porfirio Díaz.

 

Muerto su padre a finales de 1908, Ramón López Velarde sentirá una cierta responsabilidad sobre la manutención familiar, pero también aprovecharía su mayor libertad para dedicarse a la poesía y para interesarse en la política. Su biografía coincidió con intensos tiempos históricos, pues 1908 fue un año de gran agitación, con una política no solo diferente sino inédita. En marzo de ese año la opinión pública se enteró, con sorpresa y con júbilo, que Porfirio Díaz había asegurado que no intentaría reelegirse en 1910 y que garantizaría unas elecciones libres y pacíficas; más aún, invitaba a la sociedad mexicana a que se organizara en partidos políticos que contendieran en dichas elecciones. La respuesta fue contundente e inmediata, con ecos especialmente claros en algunos sectores y algunas regiones del país: los partidarios de Bernardo Reyes creyeron que era su oportunidad de conquistar la ansiada presidencia, para lo cual sólo tenían que vencer a los impopulares ‘Científicos’, que ocupaban la vicepresidencia mediante el poco carismático Ramón Corral. También se movilizaron los Liberales no radicales, quienes estaban convencidos de que Díaz había abandonado los principios con los que había llegado al poder. Asimismo, los católicos, proscritos de la política desde su derrota a mediados del siglo XIX, creyeron que era la oportunidad que habían estado esperando para volver a participar en política. Por último, la llamada ‘sociedad civil’, luego de los años porfirianos de despolitización del país, decidieron organizarse y participar en la vida pública.

 

Sería incorrecto decir que por una mera casualidad o una simple coincidencia, las regiones que conformaban la geografía lópezvelardiana estaban particularmente vinculadas a estos cuatro movimientos: además de gobernador de Nuevo León, Reyes había sido Jefe de la 3ª Zona Militar, con influencia en todo el noreste del país, incluyendo el norte de San Luis Potosí; asimismo, Reyes era originario de Jalisco, donde sería muy fuerte el movimiento opositor en su favor y muy cuestionado el corralismo reeleccionista. Sobre todo, el movimiento en favor de reorganizar el Partido Liberal había nacido en San Luis Potosí, con personajes como Camilo Arriaga, Antonio Díaz Soto y Gama y los hermanos Juan y Manuel Saravia, quienes entraron en conflicto con el obispo potosino don Ignacio Montes de Oca, muy respetado por López Velarde.  No es necesario subrayar que en los estados de Zacatecas, San Luis Potosí, Aguascalientes y Jalisco había una numerosísima clase media católica ávida de participar en política. Por último, el movimiento de la sociedad civil que se dispuso a tomarle la palabra a Díaz, organizando un partido político que participara en las elecciones de 1910, estaba encabezado por un tal Francisco I. Madero, empresario del vecino estado de Coahuila. En consecuencia, las entidades mencionadas, especialmente San Luis Potosí, habrían de participar en las contiendas políticas de esos años. Así, para mediados de 1909 muchos estudiantes universitarios potosinos, Ramón López Velarde entre ellos, estaban decididos a oponerse a la reelección de Díaz y de Corral y a hacer “propaganda a la idea antirreeleccionista por medio de la imprenta y conferencias de viva voz al pueblo”, aunque todavía no decidían si lo harían en favor de Reyes o de alguna otra opción. En rigor, primero cundió el reyismo, y en julio de 1909 los estudiantes potosinos crearon el Club Democrático Potosino, claramente reyista, y en el que participó un hermano poco menor de Ramón López Velarde, Jesús, que aspiraba a ser médico. Poco después, cuando Reyes abandonó la política, dicho Club fue más transformado que “disuelto”, se convertiría en antirreeleccionista.

Pocos meses después apareció el libro de Madero, la Sucesión Presidencial, y su lectura cautivó a López Velarde, si bien le hizo también serios reparos. En efecto, en un artículo publicado el 14 de octubre de 1909 en El Regional, nuevo periódico de Eduardo J. Correa, ahora radicado en Guadalajara, reconoce que el oposicionismo de Madero le parecía “un gesto bizarro”; sin embargo, asegura que la disposición de Madero a negociar una última reelección de Díaz a condición de dejar libre la elección para la vicepresidencia, le parecía una “componenda… torpe”, a pesar de lo cual lo siguió apoyando por su “hombría y por honrado”.

 

Poco después, a principios de 1910 varios condiscípulos de la Escuela de Leyes del Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí, encabezados por el joven Pedro Antonio de los Santos, organizaron una agrupación antirreeleccionista de la que López Velarde sería miembro activo. En efecto, tal parece que llegó a ser vocal del Partido Potosino Antirreeleccionista, y designado, aunque no asistió, como uno de los representantes de su estado a la reunión del Tívoli del Eliseo, de la capital del país para la Convención fundacional del Partido Nacional Antirreeleccionista, en la que Madero fue electo como su candidato presidencial. López Velarde alegó que debía concluir sus estudios para titularse y poder colaborar en la manutención de la familia, pero lo cierto es que no tenía la personalidad adecuada para ello, y él lo sabía, por lo que nunca se dedicó cabalmente a la política; es más, ésta siempre fue secundaria: peor aún, la consideraba una actividad desagradable por inmoral. A pesar de esto, su prueba de fuego no fue electoral sino profesional. En efecto, a mediados de 1910 Madero fue encarcelado en San Luis Potosí, con el evidente objetivo de inutilizarlo para las elecciones presidenciales que tendrían lugar en esas semanas. Junto con varios de sus condiscípulos, y otra vez bajo el liderazgo de Pedro Antonio de los Santos, se convirtieron en “abogados defensores” de Madero. Si bien no se obtuvo su libertad definitiva, si se logró que tuviera condiciones de excepción, primero permitiéndosele recibir a familiares, amigos y correligionarios, y luego autorizándose a Madero pudiera pasear por la ciudad y sus alrededores.

 

Madero aprovechó tales privilegios para huir a principios de octubre de 1910, refugiándose en San Antonio, Texas. Abandonemos cualquier falsedad histórica: ni sería justo con Madero, ni la necesita Ramón López Velarde. Este no participó en la redacción del célebre Plan de San Luis Potosí, que fue redactado en San Antonio, Texas, pero se le dató en San Luis Potosí por razones legales y políticas. Se sabe incluso quienes fueron los que colaboraron con Madero en la redacción del Plan. López Velarde no estuvo entre ellos: él mismo confesó que llegó a conocer a Madero, en marzo de ese 1910, pero que no había sido ni remotamente cercano a él. Sobre todo, López Velarde nunca presumió de haber colaborado en la redacción del célebre documento.

 

La supuesta participación del poeta en la redacción del Plan de San Luis Potosí es parte de la mitología lópezvelardiana. Sin duda Gabriel Zaid es el que ha puesto más atención en el tema. Si nos basamos en fuentes documentales directas, es claro que López Velarde no fue cercano a Madero, y que los meses que éste estuvo preso en San Luis Potosí —finales de junio a primeros días de octubre de 1910— los dedicó el aspirante a poeta a concluir sus estudios profesionales. Sobre todo, es evidente que Madero no pensaba entonces en la lucha armada, sino que confiaba en que gracias al ‘Memorial’ elevado por su partido a la Cámara de Diputados las elecciones serían nulificadas; también confiaba en que saldría legalmente de prisión, ambas ideas afines a su ideología. Sin embargo, a finales de septiembre se enteró de la aprehensión —breve— de su hermano Gustavo en la ciudad de México; de que se planeaba prolongar su cautiverio, pues se había recurrido a “nuevos testigos de cargo” cuando ya estaba “terminada la instrucción”, y de que se había rechazado la solicitud de anulación de los comicios, anunciándose oficialmente el triunfo de Díaz y Corral el 4 de octubre.