Investigadores de la Universidad de Granada constatan que, cuando una persona miente, la temperatura de su nariz desciende 1,12 ºC y la de la frente aumenta 1,5 ºC.

 

Todos conocemos desde niños la historia de Pinocho, el personaje creado por el escritor florentino Carlo Collodi al que le crecía la nariz cada vez que mentía, lo que le dejaba totalmente al descubierto de su padre y creador, Geppetto. Pues bien: en la vida real, nuestra nariz lógicamente no crece cuando faltamos a la verdad, pero sí nos delata de otra forma, ya que cambia su temperatura, según apunta el estudio que acaba de publicar un grupo de investigadores de la Universidad de Granada (UGR) en la revista Journal of Investigative Psychology and Offender Profiling.

 

Estos científicos, que trabajan en el Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC) de la UGR, acaban de diseñar el modelo de laboratorio más exacto que existe hasta la fecha para averiguar si un individuo está mintiendo o no. Dicho sistema, que utiliza la termografía –técnica que nos permite registrar gráficamente las temperaturas de las distintas zonas del cuerpo–, se basa en el ‘Efecto Pinocho’, que señala que cuando alguien miente se producen diversos cambios térmicos en su rostro: por ejemplo, la temperatura de su nariz desciende, mientras que la de su frente aumenta.

 

Este sistema resultaría más exacto que el polígrafo –un instrumento conocido popularmente como detector de mentiras y que mide los cambios que experimenta el sistema cardiovascular y la reacción corporal cuando mentimos– y otras técnicas de neuroimagen, como la imagen por resonancia magnética funcional (IRMf) –hay quien defiende el uso de los datos obtenidos mediante IRMf para detectar, en el ámbito jurídico, si una persona ha mentido–. La razón es que la termografía ofrece un nivel de exactitud de hasta el 80 por ciento, “un 10 por ciento más que el polígrafo”, explican desde la UGR a través de una nota de prensa.

 

Emilio Gómez Milán, investigador principal de este trabajo, destaca que la nariz y la frente son las dos regiones faciales clave para medir el ‘Efecto Pinocho’. “Cuando mentimos, la temperatura de la punta de la nariz desciende entre 0,6 y 1,2 grados centígrados, mientras que la de la frente sube entre 0,6 y 1,5 grados. Cuanto mayor sea la diferencia de cambio de temperatura entre ambas regiones de la cara, más probable es que esa persona esté mintiendo”, señala el experto.

 

¿A qué se debe esto? En aquellas ocasiones en que mentimos, se produce una respuesta emocional en nuestro cuerpo, sentimos ansiedad, y esta se manifiesta a través de la temperatura de la nariz. “Pero también se produce una respuesta cognitiva, porque para mentir tenemos que pensar, planificar nuestras excusas, analizar el contexto…, y esto nos provoca una carga cognitiva o una fuerte demanda de control atencional que se traduce en un aumento en la temperatura de la frente”, añade Gómez Milán.

 

Para realizar este estudio, pusieron en marcha un experimento en el que participaron sesenta estudiantes de Psicología de la UGR. Entre las pruebas que tuvieron que hacer, una llamada de teléfono a un ser querido, de una duración de entre tres y cuatro minutos, en la que debían contar una mentira significativa inventada por ellos –por ejemplo, que acababan de ver a un famoso o que habían sufrido un accidente de tráfico–, mientras eran monitorizados con una cámara térmica. En cambio, pidieron al grupo de control que hiciera una llamada similar, pero contándole a su interlocutor lo que estaba viendo en la pantalla del ordenador: imágenes muy desagradables de cuerpos mutilados y accidentes de coche. Según explica el investigador, “en ambos casos, las circunstancias les provocaban ansiedad, pero en el grupo experimental se daba el denominado ‘Efecto Pinocho’ en la nariz y el efecto ‘esfuerzo mental’ en la frente que nos permite monitorizar la mentira”.

 

Sus posibles aplicaciones

Las técnicas que los investigadores emplean en el laboratorio para pillar a un mentiroso son muy diferentes de las usadas por la Policía, ya que esta utiliza entrevistas estratégicas, con preguntas trampa y la petición de numerosos detalles.

 

“Lo ideal sería combinar ambas técnicas, las entrevistas estratégicas con la termografía, trasladando nuestro método, por ejemplo, a una comisaría, a los aeropuertos o a los campos de refugiados, para saber cuándo un criminal miente, o cuál es el objetivo real de las personas que tratan de cruzar las fronteras entre países”, señala Gómez Milán.

 

El autor del estudio reconoce que “no existe ningún método que acierte al cien por cien (en la detección de las mentiras) porque la diferencia entre la verdad y la mentira es cuantitativa, no cualitativa”. Eso sí, con este nuevo sistema han logrado incrementar la exactitud “y reducir los falsos positivos, algo frecuente en métodos como el polígrafo”, concluye.

 

Imágenes: Universidad de Granada