El tamaño de la luna de un planeta es clave para que se den las condiciones ideales para la vida.

 

Según los investigadores la formación de la luna es clave para entender su impacto y por eso han desarrollado distintos modelos para entender los diversos escenarios que han podido provocar su formación. Su investigación les llevó a pensar que posiblemente haga falta un planeta más pequeño, con respecto al tamaño de su luna, tal como es el nuestro, para que sean posibles esas condiciones que son favorables para la vida. Observaron que la proporción del tamaño entre un planeta y su luna es esencial. Los investigadores deducen que es necesaria una luna grande, para influir en las placas tectónicas, las mareas o la mecánica orbital. Y satélites de este tamaño no pueden formarse alrededor de planetas mucho más grandes que la Tierra.

 

El tamaño de la luna de un planeta es clave para que se den las condiciones ideales para la vida, así lo aseguran un grupo internacional de investigadores quienes acaban de publicar un estudio. Este descubrimiento nos puede ayudar a entender mejor cómo se originó este fenómeno en la Tierra y nos da pistas para encontrarla en otros planetas.

 

Según los investigadores la formación de la luna es clave para entender su impacto y por eso han desarrollado distintos modelos para entender los diversos escenarios que han podido provocar su formación.

 

Tal como lo sabemos, hasta ahora nuestro planeta es el único conocido que alberga vida. Según los autores de este estudio, presenta una serie de características que son únicas en nuestro sistema solar: tenemos placas tectónicas activas, un fuerte campo magnético que nos protege de la radiación solar y una luna relativamente grande con respecto al tamaño de la Tierra.

 

Para los investigadores, liderados por Miki Nakajima, profesora de Física y Astronomía de la Universidad de Rochester, la presencia de nuestro satélite natural y su tamaño han sido decisivos para que la vida se desarrolle en nuestro planeta.

 

La presencia de la Luna controla la duración del día y las mareas oceánicas, lo que afecta los ciclos biológicos terrestres. La Luna también estabiliza el eje de giro de la Tierra al menos varios grados. Por lo tanto, al menos para la Tierra, la Luna también contribuye al clima estable de la Tierra y ofrece potencialmente un entorno ideal para que la vida se desarrolle y evolucione.

 

Pero no todas las lunas son como la de la Tierra. Hay planetas en nuestro sistema solar que no tienen ninguna, como Mercurio o Venus, mientras otros como Júpiter tienen unas 80.

 

Aunque todavía hay debate sobre cómo se formó nuestra luna, la teoría más popular es que se debió a un enorme impacto que provocó el lanzamiento de material fuera de la Tierra. Ese material creó un disco de acrecimiento alrededor del planeta que acabó, después de muchísimo tiempo, por convertirse en una luna fraccionadamente grande, como dicen los investigadores

 

“La Luna podría haberse formado por un impacto más energético que habría homogeneizado el sistema más fácilmente. Los impactos energéticos propuestos incluyen una colisión entre dos objetos del tamaño de la mitad de la Tierra y otros casos de alta energía y alto momento angular” así lo expresa Nakajima en su estudio..

 

“Otra opción es que la Luna se pudo haber formado por múltiples impactos 19. Los impactadores pequeños y de alta velocidad pueden desnudar y lanzar los materiales del manto de la Tierra a la órbita, pero si algunos de los impactadores son grandes o lentos, el disco y, por lo tanto, la Luna aún tendrían firmas isotópicas que se originarán en los impactadores” continua Nakajima.

 

Al aplicar el modelo propuesto en planetas que se consideran posibles supertierras, unas seis veces mayores que la Tierra, los investigadores observaron que no funcionaba. La totalidad del material expulsado se vaporizaba o volvía a caer en el planeta del que había salido y el disco no acababa formando una luna. "Aquí proponemos que un disco de formación lunar inicialmente rico en vapor no es capaz de formar una luna que sea grande con respecto al tamaño del planeta porque las lunitas en crecimiento, que son bloques de construcción de una luna, experimentan un fuerte arrastre de gas y caen rápidamente hacia el planeta", así lo explican los investigadores en su estudio.

 

Este resultado, les llevó a pensar que posiblemente haga falta un planeta más pequeño, con respecto al tamaño de su luna, tal como es el nuestro, para que sean posibles esas condiciones que son favorables para la vida. Observaron que la proporción del tamaño entre un planeta y su luna es esencial. Los investigadores deducen que es necesaria una luna grande, para influir en las placas tectónicas, las mareas o la mecánica orbital. Y satélites de este tamaño no pueden formarse alrededor de planetas mucho más grandes que la Tierra.

 

Con estos resultados los autores del estudio proponen que se tenga en cuenta este descubrimiento en las misiones de búsqueda de vida extraterrestre. Ahora que el telescopio James Webb está a pleno rendimiento este descubrimiento podría animar a los investigadores a buscar no solo exoplanetas sino también exolunas que orbiten a su alrededor. "La búsqueda de exoplanetas se ha centrado normalmente en planetas de más de seis masas terrestres", afirma Nakajima, "Proponemos que, en lugar de ello, nos fijemos en planetas más pequeños porque probablemente sean mejores candidatos para albergar lunas fraccionadamente grandes".

 

REFERENCIA:

 

Nakajima, M et al. Large planets may not form fractionally large moons. Nature 2022. https://doi.org/10.1038/s41467-022-28063-8