Un estudio concluye que, solo en Estados Unidos, la lucha contra el agujero de la capa de ozono puede haber evitado más de cuatrocientos millones de casos de cáncer de piel.

 

En 1987 se ratificaba el que se considera, hasta la fecha, uno de los acuerdos más exitosos en materia de medio ambiente: el Protocolo de Montreal. En él, los países firmantes se comprometieron a tomar medidas para controlar el uso de sustancias que atacan a la capa de ozono, con especial atención a los  CFC o clorofluorocarbonados. El acuerdo se firmaba pocos años después del descubrimiento de un enorme agujero en la capa de ozono a la altura de la Antártida, y es un ejemplo de como la rápida actuación de la comunidad internacional pudo poner freno a tiempo a un problema que amenazaba la salud y el medio ambiente global. Además, las sucesivas enmiendas al Protocolo de Montreal han ido ampliando la lista de sustancias que destruyen el ozono, basándose siempre en las últimas evidencias científicas.

 

Hoy, más de treinta años después, la capa de ozono aún no se ha recuperado del todo, pero sabemos que, de no haberse tomado medidas, los niveles de rayos ultravioleta que llegarían a la Tierra serían mucho más intensos y peligrosos. Por ejemplo, un equipo de científicos estadounidenses acaba de publicar los resultados de un modelo matemático que simula los efectos del tratado sobre el ozono estratosférico, las reducciones asociadas en la radiación ultravioleta y los beneficios para la salud derivados de ellos. Los resultados, que se publican en la revista ACS Earth and Space Chemistry, indican que, solo en Estados Unidos, el acuerdo ha ayudado a prevenir más de cuatrocientos millones de casos de cáncer de piel y más de sesenta millones de casos de cataratas de ojos.

 

“Si no se hubieran restringido los productos químicos que la destruyen, el debilitamiento de la capa de ozono habría empeorado progresivamente a lo largo del siglo XXI”, nos explica Julia Lee-Taylor, investigadora en el Centro Nacional de Investigación Atmosférica (NCAR) y coautora del trabajo. “Según nuestras estimaciones, la regulación evitará al menos 1,3 millones de muertes por cáncer de piel en personas nacidas entre 1890 y 2100”. En las simulaciones, los autores encontraron un exceso de casos de cataratas y varios tipos de cáncer de piel que coinciden con el comienzo de la destrucción de la capa de ozono. El punto máximo se alcanzaba décadas después, a medida que fue envejeciendo la población más expuesta a los niveles más altos de radiación ultravioleta. En general, las personas nacidas entre 1900 y 2040 han experimentado o experimentarán una mayor probabilidad de padecer enfermedades asociadas a la destrucción del ozono estratosférico. Además, la población nacida entre 1950 y 2000 sufre el mayor riesgo.

 

¿Cuándo se recuperará la capa de ozono? ¿Estamos ya libres de peligro?

Los científicos estiman que, de no haber factores inesperados que ralenticen el proceso, la capa de ozono podría volver a las condiciones anteriores a 1980 en aproximadamente 25 años, hacia 2046-2047. “Hay que recordar que el agotamiento del ozono no se limita al agujero en sí. También hay una destrucción del ozono menos intensa, pero muy generalizada, en zonas de latitudes medias en las que vive mucha gente, y también esperamos que la situación mejore en estas regiones”, nos indica Lee-Taylor en una entrevista con Muy Interesante.

 

En todo caso, y puesto que la capa de ozono aún no se ha recuperado, cualquier persona viva aún corre el riesgo de exponerse a niveles de rayos ultravioleta superiores a los recomendables que pueden producir quemaduras solares y cáncer de piel. “Sin embargo, los efectos actuales relacionados con el agotamiento del ozono son solo alrededor del 1 % de los que veríamos en el futuro de no haber cumplido el Protocolo de Montreal”, reflexiona la investigadora. “Por lo tanto, los niños que nacen en la actualidad se han librado de casi todos los riesgos relacionados con la destrucción del ozono”.

 

Aunque el trabajo se ha realizado con datos de la población estadounidense, los investigadores creen que podrían realizarse estudios similares en otros países siempre que haya datos disponibles sobre las tasas locales de cáncer de piel. “Las zonas más vulnerables a los efectos de los agujeros de ozono son el extremo sur de América del Sur y las regiones del norte de latitudes medias durante ciertos periodos de la primavera. Y un factor importante para este estudio es el hecho de que hay un agotamiento de la capa de ozono en las latitudes medias, en zonas en las que vive mucha gente. Se trata de reducciones relativamente pequeñas, pero debido a que están generalizadas y persisten durante todo el año, son importantes”, recuerda la experta.

 

Un mensaje positivo y alentador

Para Martyn Chipperfield, científico atmosférico en la Universidad de Leeds (Reino Unido), y que no ha participado en el estudio, este tipo de trabajos son muy útiles para recordarnos la importancia y el éxito del Protocolo de Montreal. “Esto no es siempre tan obvio una vez que se ha evitado la catástrofe. Un modelo que nos dice ‘qué pasaría si…’ y pone números a lo que habría sucedido nos hace ser más conscientes”, reflexiona en una entrevista con Muy Interesante. En 2015, Chipperfield dio a conocer junto a otros autores un trabajo que también imaginaba cómo sería hoy el mundo si no se hubieran prohibido los CFC. Su artículo, publicado en la revista Nature Communications, concluía que la capa de ozono en las latitudes medias del hemisferio norte habría llegado a ser un 15 %  menor que a mediados del siglo pasado. “Está claro que el Protocolo de Montreal ha evitado un agotamiento muy grave en la capa de ozono, y no creo que se pudiera haber hecho mucho más, ni más rápido. Los científicos tenían que evaluar el fenómeno, y los responsables de la formulación de políticas respondieron de forma muy organizada y eficaz”, indica el investigador.

 

No obstante, la evolución de la capa de ozono aún debe ser vigilada de cerca. “Esperamos que continúe un nivel bajo y decreciente de emisiones de sustancias químicas que destruyen el ozono, por ejemplo, de refrigerantes con CFC que se escapan de equipos más viejos y que se desechan de manera incorrecta”, nos explica Lee-Taylor. Otras sustancias que causan preocupación son los CFC-11, prohibidos en el año 2010 pero cuya producción ilegal levantó las alarmas hace pocos años. “Aunque el Protocolo controla las principales sustancias que agotan la capa de ozono, solo tendrá éxito si los países siguen las reglas”, indica Chipperfield. Para el investigador, una vez controlada la emisión de estas y otras sustancias como el diclorometano, que pueden retrasar la recuperación del ozono, el principal objetivo del Protocolo será la protección frente al cambio climático.

 

El motivo es que, a raíz de la prohibición de los CFC, se ha generalizado el uso de los hidrofluorocarbonos (HFC), compuestos que no agotan el ozono pero que contribuyen al calentamiento global. “El Protocolo de Montreal comenzó a controlar los HCF en 2016, y creo que un paso importante sería fortalecer estas medidas”.

 

Cambio climático: ¿podemos aprender algo?

La lucha contra el cambio climático, a la que también puede contribuir el Protocolo de Montreal con sus enmiendas, es sin duda el mayor reto en materia de medio ambiente al que se enfrenta la población humana. Se trata de un problema muy complejo y distinto al de la capa de ozono, pero también sabemos que, de no ponerle freno de forma inmediata y efectiva, las consecuencias sobre la salud humana serán devastadoras. En vísperas del comienzo de la COP26 en Glasgow, y en un ambiente de pesimismo generalizado debido al fracaso de las otras cumbres climáticas, la experiencia del Protocolo de Montreal es una llamada al optimismo y a la acción urgente. “Creo que el mensaje que transmite es el de actuar con rapidez y precaución”, reflexiona Chipperfield. “Si sospechamos que el cambio climático puede tener consecuencias muy graves, debemos hacer algo ya para evitarlo. Porque una vez que el cambio se produce, puede que sea demasiado tarde”.