17 meses después, México vuelve a clases presenciales : ¿qué tan comunes son los brotes en escuelas y qué debemos aprender de otros países?

 

La mañana del 30 de agosto, México reabrió sus escuelas para el regreso a clases presenciales.

 

Según la Secretaría de Educación Pública, habrá distintos filtros para evitar contagios de estudiantes, mientras que el uso de cubrebocas será obligatorio y se privilegian los espacios abiertos.

 

Y aunque la Secretaría de Salud ha recalcado que las escuelas no serán lugares de contagio, la incertidumbre de qué tan seguro resulta volver a clases presenciales –además del aumento de la movilidad que representa el traslado a los centros educativos– será un tema recurrente en los próximos meses.

 

¿Qué tan seguro es regresar a clases presenciales?

 

Según Brandon Guthrie, Profesor de Salud y Epidemiología en la Universidad de Washington, la evidencia de infecciones que ocurren en escuelas de los Estados Unidos demuestran que menos del 1 % de los niños en edad escolar han tenido COVID-19, a pesar de que han asistido a clases presenciales:

 

“Si bien se han producido brotes escolares, la mayoría ha sido de pequeña escala. La transmisión de un estudiante infectado a otras personas en el hogar o la comunidad ha sido poco común“, explica para The Conversation a propósito de cuán seguro resulta volver a clases presenciales.

 

Guthrie también toma en cuenta la evidencia actual –mas no definitiva– que minimiza la probabilidad de que los niños en edad escolar sean capaces de transmitir el virus a otros niños mayores y adultos.

 

Además, el epidemiólogo sugiere que la combinación del uso de cubrebocas, el distanciamiento social, la vacunación de maestros y el personal que labora en centros educativos y la implementación de protocolos son puntos clave para hacer de la escuela un sitio seguro con el menor riesgo de contagios; no obstante, no existen una fórmula mágica para saber cuán seguro es cada ambiente educativo.

 

El regreso a clases, un tema polémico a nivel mundial

 

Uno de los casos más polémicos al respecto es el de Francia. El 16 de marzo de 2020, el gobierno francés decidió cerrar definitivamente las escuelas ante la primera ola de COVID-19; sin embargo, en junio del mismo año la mayoría volvieron a abrir sus puertas gradualmente.

 

La medida fue considerada un triunfo por el gobierno francés y es presumida con orgullo ante el resto de las naciones de la Unión Europea. A diferencia de otros países como Reino Unido, donde las clases presenciales se han detenido parcial o totalmente durante 27 semanas, o Italia con 38 semanas, en Francia las escuelas reabrieron después de 11 semanas.

 

No obstante, no todo ha sido un éxito en Francia: desde junio de 2020, los centros educativos han tenido que lidiar con miles de cierres desde entonces, ante la presencia de brotes en distintos centros educativos.

 

A finales de marzo, la escalada de contagios en Francia advertía sobre la llegada de una tercera ola; sin embargo, el gobierno evitó cerrar las escuelas. No fue hasta el 31 de marzo, que el país alcanzó de nueva cuenta 30 mil contagios diarios, que Emmanuel Macron anunció el tercer confinamiento nacional y el cierre total de centros educativos.

 

Un vaivén de incertidumbre, cierres y reaperturas

 

Una semana antes, se registraron 11,272 cierres parciales de escuelas ante la confirmación de al menos un caso en cada plantel y a mediados de marzo, el fuego cruzado entre el Ministerio de Educación y algunos de los científicos más respetados de Francia que exigían reconsiderar la apertura de escuelas en el país alcanzaba uno de sus puntos más álgidos:

 

Apenas dos semanas antes del punto más alto de la tercera ola, la epidemióloga Dominique Costagliola del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica calificó la noción gubernamental de que no se producen contagios en los colegios como una “idiotez”, explicando que reproducir estas declaraciones provoca una falsa sensación de seguridad.

 

Tras el tercer confinamiento, a mediados de mayo los centros educativos vuelven a abrir sus puertas gradualmente ante una oleada de críticas y desconfianza desde el último cierre.

 

En esta ocasión, el plan del Ministerio de Educación contempla 64 millones de pruebas para detectar COVID-19 en personal educativo y alumnos, además de pruebas de saliva en preescolar y primaria. Según France 24, el despliegue representa unas 600 mil pruebas semanales únicamente para centros escolares que cubrirán a menos del 10 % de estudiantes; sin embargo, algunas voces críticas alertan que podría no ser suficiente.

 

La situación en Latinoamérica

 

El continente americano es la región donde las escuelas han parado más semanas desde el inicio de la pandemia: sólo en Estados Unidos hasta el 29 de marzo de 2021, las clases presenciales se han detenido 52 semanas (récord continental), seguido por Panamá y Bolivia (51 semanas), mientras Argentina, Honduras y Costa Rica (50 semanas) ostentan el tercer sitio.

 

De los países antes mencionados con más clases perdidas, únicamente Panamá y Honduras mantienen las escuelas completamente cerradas. Los demás han reabierto las actividades presenciales en un esquema parcial y progresivo.

 

En el caso de México, UNESCO estima que se han perdido 48 semanas de clases presenciales, afectando a 37.5 millones de estudiantes.

 

Además de México, Perú, Ecuador, Venezuela, Uruguay, Honduras y Panamá mantienen cerradas las escuelas debido a COVID-19, mientras que en Argentina, que atraviesa por el momento más grave desde el inicio de la pandemia con más de 35 mil casos nuevos diarios, el regreso a las escuelas también es un debate polémico:

 

Mientras el presidente Alberto Fernández decretó una serie de medidas que incluyen el cierre total de centros educativos para frenar la segunda ola de contagios, el alcalde de Buenos Aires encabeza un movimiento para mantener las clases presenciales en la capital.