Por siglos, el orgasmo femenino ha sido vetado del cuerpo de las mujeres a nivel ideológico y moral. Reconquistarlo es una tarea del siglo XXI.

 

En pleno siglo XXI, hay personas con vulva que ni siquiera han visto sus propios caracteres sexuales secundarios. A diferencia de los hombres, que tienen el pene a la mano, esto impone retos para quienes podrían tener un orgasmo femenino. Desde la moralidad, la culpa y el franco desconocimiento, quienes tienen vulva y vagina no han podido explorar el placer que su propio cuerpo puede ofrecerles sexualmente. Nadie nunca les dijo, incluso, que eso era posible. Después de tratar a varias mujeres a nivel clínico, Andrea Martín del Campo define a la brecha del orgasmo como violencia de género.

 

Negar el placer en el cuerpo

 

Martín del Campo imparte talleres y da terapia sexual. En sus palabras, la mayor parte de sus pacientes son mujeres jóvenes que, si bien ya no comparten tanto los ideales de la moralidad judeocristiana, también fueron criadas por padres conservadores. A pesar de que no necesariamente están en el ala más radical del feminismo contemporáneo, están encontrando la manera de reivindicar su propio cuerpo por medio de la sexualidad.

 

Como sexóloga, tiene que lidiar con este contraste marcado entre querer salir de los límites rígidos, y sentirse abrumadas por moverse de los parámetros que han conocido desde siempre, según explica en una entrevista exclusiva para Muy Interesante México:

 

“Hay maneras tan distintas de explicar la sexualidad que, a veces, resulta contraproducente. [Las mujeres] se preguntan, ‘bueno, ¿yo en dónde estoy, en dónde encajo?’ […] Las generaciones más jóvenes siguen siendo muy machistas. Nos enfrentamos a eso: cuando queremos hablar de sexualidad, de tener un orgasmo, hay quienes te quieren hacer sentir culpable todavía”.

 

Aunque las personas más jóvenes ya no son tan religiosas como antes, la mayoría de mujeres contemporáneas se criaron escuchando esas ideas que niegan el placer en el cuerpo. A pesar de esto, Martín del Campo asegura que las redes sociales han ofrecido una ventana de información que, de otra manera, hubiera sido difícil accesar por la vía educativa. En contraste, “también crecimos con la pornografía“.

 

No todo es el pene: ¿qué pasa con el orgasmo femenino?

 

“Ahí, todo es así. Termina en penetración y eyaculación por parte del hombre“, dice la sexóloga con respecto a las prácticas sexuales que se muestran en la pornografía. “Ahí termina la relación sexual”. En su experiencia, ya hay muchas mujeres que se cuestionan —y, en ciertos casos, saben— que no necesitan penetración o una forma fálica para que exista el orgasmo femenino. Para los hombres, esto es más difícil de entender.

 

Bajo el prejuicio de que la sexualidad y el placer masculino es sencillo, rápido y poderoso, mucho del juego y del disfrute sexual se desvanece por completo. De la misma manera, la posibilidad de que las mujeres son seres vivos que también pueden disfrutar queda completamente anulada:

 

“Tu cuerpo puede tener un orgasmo fisiológicamente. Puede tener palpitaciones, puede sentir un cúmulo de calor en los genitales, o sentir que las extremidades se engarrotan un poco. Pero si tu significado de orgasmo es lo que te han vendido toda la vida, como esta exageración estúpida de que me estoy retorciendo durante 10 minutos, nunca vas a tener un orgasmo, porque no existe. Hasta que lo concibas como tuyo y como individual, realmente podrás tener esa experiencia.”

 

Martín del Campo destaca que 8 de cada 10 hombres tienen un orgasmo en una relación heterosexual. En contraste, sólo 3 de cada 10 mujeres tienen esa experiencia. Muchas de ellas ni siquiera han tenido un orgasmo en sus vidas. Ésta es una de las evidencias más claras de que la brecha del orgasmo existe, y que múltiples parejas lidian con ella al momento de tener un encuentro íntimo.

 

Eyacular es un acto político

 

A diferencia de las mujeres lesbianas, las que practican relaciones heterosexuales no están teniendo orgasmos. Bajo la lógica de que todo empieza y termina con la penetración, difícilmente pueden explorar otras áreas de su sexualidad. Podría decirse, incluso, que a nivel ideológico el orgasmo femenino está vetado de sus cuerpos. Por esta razón, la sexóloga piensa que la brecha orgásmica es violencia de género:

 

“De entrada, es una violencia hacia las mujeres heterosexuales. También es una falta de conocimiento del propio cuerpo y de la propia anatomía. No es que las mujeres escojan no saber, sino que no se nos permite saber de esto. […] Hasta te puede generar angustia hablar sobre estos temas”.

 

A pesar de que esto es cierto, Andrea Martín del Campo no culpa ni a mujeres ni a hombres por esta condición. Por el contrario, responsabiliza a un sistema de pensamiento en el que se nos concibe como objetos sexuales, “como grandes masturbadores“, en sus palabras. Para esto, la experta sugiere acercarse a conocer la anatomía femenina. Antes incluso de empezar a masturbarse, recomienda a las personas con vulva a saber qué tiene entre las piernas y cómo funciona, para saber cómo estimularlo.

 

Sólo de esta manera, por medio de la información y la práctica paulatina, podremos apropiarnos de lo que es nuestro. “Para nosotras”, concluye Martín del Campo, “eyacular es un acto político”. Por siglos, el orgasmo femenino ha sido vetado del cuerpo de las mujeres a nivel ideológico y moral. Reconquistarlo es una tarea del siglo XXI.