Los resultados del último censo provocaron un cambio en la política de control natal en China: las parejas ahora podrán tener hasta tres hijos.

 

En 1979, el gobierno de China puso en práctica una férrea política de control de la natalidad, que prohibía tener más de un hijo a las familias asentadas en poblaciones urbanas. La medida conocida como la política de hijo único fue impulsada como un contrapeso para la explosión demográfica alentada por el gobierno de Mao Zedong, misma que llevó a China a convertirse en el primer país del mundo en alcanzar los mil millones de habitantes en 1980.

 

Considerada una violación flagrante de los derechos humanos y reproductivos, la política de hijo único se impuso a través de polémicos programas económicos diseñados para favorecer a las parejas que cumplían con la norma a través de acceso preferencial a servicios de salud, vivienda y transferencias monetarias, intensas campañas de planificación familiar y hasta multas para quienes la incumplieran.

 

La entrada en vigor de la medida también trajo consigo crímenes como abortos y esterilizaciones forzadas, especialmente recurrentes en los sectores menos favorecidos, mientras que algunos sectores de la clase alta y grupos políticos podían ignorar la medida sin recibir sanción alguna.

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Según China, que actualmente acumula 1,411 millones de habitantes, la política de hijo único evitó cerca de 400 millones de nacimientos desde 1979 hasta 2015, cuando el gobierno suavizó la normativa y autorizó a las parejas a tener dos hijos. No obstante, el impacto demográfico a cuatro décadas de la medida amenaza el desarrollo económico del país más poblado del globo.

 

Los resultados del último censo chino publicados a principios de mayo revelaron una tendencia inédita en la tasa de natalidad nacional: según la Oficina Nacional de Estadísticas, el crecimiento poblacional en la última década fue de apenas 0.53 % anual, una desaceleración no registrada desde la década de los 60.

 

De ahí que este 31 de mayo, las autoridades chinas decidieran reformar una vez más la política de natalidad, permitiendo un nuevo máximo de hasta tres hijos por pareja. Según el presidente Xi Jinping, se trata de una medida que tiene como objetivo tres pilares: mejorar la estructura poblacional, impulsar un desarrollo económico de calidad y mantener la seguridad y la estabilidad social.

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Si la tendencia se mantiene, la pujante economía china podría frenar su crecimiento en un par de décadas y enfrentar un problema similar al de Japón y los países de Europa occidental, donde la pirámide poblacional está invertida y la disminución de la población será inminente en las próximas décadas.

 

La situación deficitaria de nacimientos en los países desarrollados conduce a una encrucijada: mientras la mayoría de trabajadores antes activos se enfrentan al envejecimiento, la caída en la natalidad imprime una presión extra en los más jóvenes.

 

En marzo pasado, el gobierno aprobó una reforma para aumentar la edad de jubilación como otra medida para contrarrestar la pirámide invertida que enfrentará China en las próximas décadas. A pesar de ser el país más poblado del mundo con 1,411 millones de habitantes, la tendencia actual podría llevar a la India, con 1,380 millones de personas, a ocupar el primer sitio a mediados de siglo.