Desde pérdida del olfato hasta depresión: estas son las consecuencias neurológicas de COVID-19.

 

A más de un año de comenzada la emergencia sanitaria por COVID-19, el virus continúa dejando cabos sueltos para la investigación científica. Entre las preguntas que todavía no se resuelven, están aquellas de las afecciones neurológicas que causa la enfermedad en los pacientes positivos, incluso semanas después de haberse recuperado. Éstas son algunas de ellas.

 

El COVID-19 podría afectar severamente la salud mental

 

Episodios depresivos graves. Niveles de ansiedad elevados. Pérdida del sueño y de la capacidad de llevar a cabo tareas cotidianas, con un dolor de cabeza constante que genera confusión y posibles alucinaciones. A comparación, la pérdida del olfato podría parecer como una nimiedad.

 

Un estudio reciente reveló que los vasos sanguíneos presentan fugas e inflamaciones después de que el organismo se recupera de una infección severa por COVID-19. De acuerdo con los médicos involucrados, es posible que esta condición esté íntimamente relacionada con las afecciones mentales que genera el virus.

 

Aunque todavía no se tiene un registro preciso de cuántos casos presentan secuelas psiquiátricas o neurológicas, es una realidad que la salud mental de los pacientes recuperados se ve severamente impactada por la enfermedad.

 

Secuelas a largo plazo

 

El estudio, publicado en la revista científica The Lancet Psichiatry,señala que durante seis meses después de la infección, el 33 % de los pacientes han sido diagnosticados con secuelas neurológicas de algún tipo. A nivel físico, mental o emocional, cada vez queda más claro que la enfermedad afecta a los seres humanos a largo plazo.

 

Más que una reacción psicosomática al estrés que implica contraer COVID-19, parece ser que los problemas neurológicos y cardiovasculares se han sumado a los efectos del virus en el cuerpo. Hasta hoy, se tiene registro de 14 trastornos asociados, entre los que destacan la ansiedad, la depresión y los derrames cerebrales.

 

Maxime Taquet, de la Universidad de Oxford en Inglaterra y coautora del estudio, mostró su alarma ante las cifras:

 

“No esperábamos que fuera un número tan alto. Uno de cada tres puede sonar aterrador”, señala la experta. “Pero no está claro si el virus en sí mismo causa estos trastornos directamente”.

 

Ante la duda, diversos expertos de disciplinas diferentes apuntan que la ansiedad y la depresión ya son comunes en la población mundial. Podría ser que el virus disparara las condiciones para su desarrollo. Más aún, se tiene registro de que ambos padecimientos están aumentando en personas que no han contraído COVID-19.

 

Inflamaciones en el cuerpo y en el cerebro

 

Científicos de la Universidad de California en San Diego han recopilado evidencia de que las inflamaciones posteriores a una infección por COVID-19 no son frecuentes. Sin embargo, de acuerdo con la psiquiatra Emily Troyer, algunas personas con depresión después de contraer el virus “tienen altos niveles de inflamación” en el cerebro.

 

De acuerdo con Troyer, visto de esta manera es imposible saber cuántas afecciones podrá tener el cerebro a causa de esta infección en específico. La fatiga, los dolores de cabeza, la náusea y los mareos son algunos de los síntomas cuyo origen sí se ha logrado rastrear hasta el virus.

 

Sin embargo, de acuerdo con Allison Navis, neuróloga de la clínica post-COVID en la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai en la ciudad de Nueva York, “Simplemente no estamos acostumbrados a ver a tanta gente contraer una infección específica o saber cuál es la infección viral”.