La pandemia está cobrando facturas elevadas en términos de la salud mental y física de las personas: así funciona la coronasomnia.

 

A partir del Covid-19, las dinámicas sociales se transformaron. Las rutinas se quebraron. La incertidumbre reconstruyó esquemas familiares. Los espacios de trabajo ya no son los mismos. Todos estos cambios radicales han impactado en los esquemas de sueño de las personas, inhibiendo su capacidad natural para descansar. Así es la coronasomnia.

 

Una vida sin descanso profundo

A raíz de los elevados niveles de angustia que ha generado el confinamiento, un número creciente de personas han experimentado un detrimento en la calidad de su descanso durante la noche. También conocida como “Covid-insomina”, este padecimiento del sueño ha golpeado a las personas en relación al estrés que produce la emergencia sanitaria global.

 

Un estudio reciente de la Universidad de Southampton señala que la cantidad de personas que padecen de este fenómeno aumentó considerablemente a casi un año de iniciada la pandemia. Uno de cada cuatro individuos tiene hoy problemas de sueño, sin poder conciliar un descanso profundo que les permita restablecerse.

 

De acuerdo con las cifras que arrojó la investigación, sólo en China, las tasas de insomnio se elevaron hasta el 20 % durante los periodos de encierro más pesados. Más que nunca en la Historia, Google registró que los usuarios buscaron la palabra “insomnio” durante el 2020.

 

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Una vigilia a medias

 

Las consecuencias en la salud física y mental ya se están manifestando. A la larga, el insomnio produce ansiedad, obesidad, diabetes y depresión. De la misma manera, el rendimiento de las personas se va gravemente afectado, ya que su capacidad de concentración baja durante el día.

 

Según los expertos, las personas experimentan hoy en día algo similar a “una vigilia a medias”, ya que no pueden encontrar la energía suficiente para sobrellevar las actividades del día. Esta condición está íntimamente ligada a la angustia que produce la pandemia, que incide directamente en sus hábitos de sueño y descanso.

 

Sin sueño, las estructuras se desbaratan

 

Byung-Chul Han, experto en estudios sociales coreano-alemán, ya vaticinaba este fenómeno desde hace una década —sin el menor trazo de una pandemia a la vista—, en su afamada antología de ensayos La sociedad del cansancio (2010):

 

[…] La sociedad que ha acuñado el eslogan Yes We Can produce individuos agotados, fracasados y depresivos.

Las consecuencias de esta actividad incontrolada también se están apreciando a raíz de la coronasomnia, que pone en juego varios factores. Parece ser que las estructuras sociales que se mantienen durante el día se desbaratan a falta de un sueño reparador: los horarios, el ritmo circadiano e incluso los proceso naturales del cuerpo se dañan.

 

Síntomas crónicos y duraderos

 

Esta condición también es consecuencia de que el cerebro está condicionado a no entender una diferencia entre los lugares íntimos del hogar y los espacios de trabajo, según dice Angela Drake, profesora de salud clínica en la Universidad de California:

 

“Tu cerebro está condicionado: siempre estás en tu lugar de trabajo y trabajando, y luego en tu casa y te estás relajando. Hay una diferenciación ahí. Ahora, estamos todos en casa todo el tiempo”.

 

De acuerdo con la experta, este patrón poco saludable de comportamiento también está ligado a la falta de convivencia que experimentamos en la actualidad. Es una realidad: extrañamos nuestros pasatiempos, nuestro tiempo para nosotros mismos, a nuestros amigos y demás rituales sociales que antes eran triviales, como ir al cine, por ejemplo.

 

El problema de estas inconsistencias en el sueño es que podrían ser crónicas y duraderas. Las condiciones vitales de las personas se pueden ver gravemente afectadas a partir de la coronasomnia, que se están compensando de otras maneras no tan saludables.